Estado Monárquico y República Constitucional.
También estos aspectos representan fuerzas antagónicas en torno al símbolo de
la Corona, la representación del Estado, la organización burocrática.
El vector de dominio colonial representado con la corona contaba con las Leyes de Indias y la llamada Justa Guerra, que contemplaba que era justo matar a los hombres que se negaran a un trato tan civilizatorio por parte de la única cultura que existía: la europea. Algo así como un principio de guerra preventiva propuesta en tiempos recientes.
El vector de dominio colonial representado con la corona contaba con las Leyes de Indias y la llamada Justa Guerra, que contemplaba que era justo matar a los hombres que se negaran a un trato tan civilizatorio por parte de la única cultura que existía: la europea. Algo así como un principio de guerra preventiva propuesta en tiempos recientes.
El Principio Imperial se presenta mejor como una ampliación de la monarquía y límite del
principio señorial, cuyo límite opuesto es la dispersión. El poder monárquico
se proyecta sobre otros señores en el reparto de privilegios. Veremos que el
imperio implica dominio sobre territorios heterogéneos y distantes, el
desarrollo de una capacidad burocrática para administrarla, mediante un
principio racional y, desde un poder central ejercido verticalmente con una
voluntad impersonal, controlada a distancia y mediatizada mediante la
burocracia y el sistema jurídico que la regula. El ente supremo o jerarca se
convierte en entidad de la condición de emperador que es una envestidura.
Este
principio imperial se define como potencia de orientación ecuménica que se
proyecta en la formación de un estado planetario unificante, mistificante,
supresor de lo diferente y trascendente, busca la plenitud inmanente. Europa
hereda este espíritu de Roma.
El símbolo elocuente del poder monárquico luce en la
corona. La herencia imperial de Roma se resume en una razón administrativa. La
capacidad de una legión de funcionarios cuyo manual de clases y cargos les
instruye en un sin fin de gestiones para que el Imperio funcione.
Administración de la hacienda pública y la inversión en las obras que
construirán el emporio arquitectónico expandido a lo largo y ancho de la
América Hispana. Un ordenamiento jurídico, administración de justicia,
recaudación de impuestos. Un poder más racional que el anterior. La máxima
expresión de su poder se puede apreciar durante los primeros días del siglo
XIX, cuando ya hacía tiempo que los gastos habían comenzado a superar a las
ganancias del Estado español y la supremacía británica de los mares les había
arrebatado el monopolio comercial con las colonias hispanas. Todas estas cosas expresadas mediante su
representación mediante un símbolo, pero además pensado en relación dialéctica:
Una fuerza liberadora contra el vector de la fuerza del dominio colonial que
parte principio racional de dominación proviene precisamente de Francisco de
Miranda, el primer hijo de la gran España que cuestiona la legitimidad del
tratado de Tordesillas. Se le había adelantado el Inca Atahualpa cuando dijo
que el Papa era un loco por haber regalado lo que no le pertenecía. Como
Pizarro contaba con un tribunal ambulante de la Inquisición, no tardaron en
justificar su ejecución. Pero el caraqueño escurridizo ante los embates del
Santo Oficio, logró siempre escapar de un cuerpo de leyes y una red mundial de
funcionarios que se elevaban con sus tentáculos de representantes del poder del
gran imperio español en el mundo. Las noticias de su invasión llegaron primero
que él a la Vela de Coro y a Ocumare de la Costa.
La capacidad burocrática y la agilidad diplomática
de los ministros españoles en Nueva York le propiciaron el fracaso de sus dos
intentonas golpistas, un intento por romper el vector del dominio colonial
relativo al principio señorial, dos pasos al frente en la gesta por la
independencia de Nuestra América. Los agentes españoles diseminados a lo largo
y ancho se habían mantenido atentos al paso de Francisco de Miranda, quien
después de haber probado inútilmente su inocencia y quedar libre de los cargos
que le habían hecho separarse del servicio como oficial de la corona española,
se lanzó como trotamundos y expedicionario de la política internacional. Más
tarde, en 1811, participará activamente en la ruptura del principio imperial
como constituyente al congreso que rompió jurídicamente, el nexo colonial con
España.
El Principio Racional.
El Principio Racional.
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